miércoles, 13 de febrero de 2013

retazo de una vida

El niño lo miró con ojos llorosos. Su pierna sangraba como si de una fuente se tratara. El viejo agarró un trapo y lo arrastró sobre la herida, carente de toda compasión. El niño aguantó las lágrimas y las risas del resto de compañeros que se mofaban de su temeraria estupidez. El viejo sonrió. Para nada era estúpido. Espantó al resto de críos con un gruñido. Considerado como el loco del barrio, era sencillo quitarse del medio a la gente. Adoraba la virtud oculta de la desventaja. Observó detenidamente al pequeño hombrecito que había saltado de aquel árbol con la intención de caer de pié y que terminó clavado de rodillas en el asfalto. No era la primera vez que lo veía sangrando. No era la primera vez que retaba a la gravedad. Había notado cierto carácter en él que le sonaba a un tiempo pasado. Un tiempo en el que no era tan viejo y también retaba a la autoridad. Un tiempo en el que había sangrado en manos de otros por seguir su verdad.
Terminó de liar desastrosamente la herida. Las lágrimas seguían contenidas en esos ojos tiernos. El orgullo era poderoso.
Terminó y casi sin darse cuenta permitió hablar al joven que había sido: 'Si no entienden tu vuelo no te agobies chico, ellos no esperarán a que entiendas el suyo. Pq todos debemos alzarnos de una forma u otra pero con la misma tenacidad y valentía que tu demuestras. Con lealtad a tu corazón. Si no entienden tus pasos no te agobies, chico. Porque tu lucha es tu camino. Es tu vuelo y nadie batirá las alas por tí.

Y en un momento ambos disfrutaron de la camaradería de dos adultos. Y en un momento casi místico ambos fueron dos niños.

El viejo siguió siendo el loco.
Y el niño nunca dejó de sangrar.

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